Proponemos adentrarnos en nuevas conversaciones en torno a la formación universitaria, que esté centrada en ese ser humano que constituye al estudiante y trascienda esa mirada restringida y acotada de la enseñanza a lo meramente técnico-instrumental que ha hegemonizado el debate en la educación superior.  La formación de profesionales competentes y de aprendizajes eficaces ha ocupado la agenda de instituciones universitarias en el debate público respecto a la formación universitaria y la gestión académica. Esta última, en ocasiones ha estado mas centrada en el cumplimiento de indicadores académicos y la gestión de procesos de calidad que en la construcción de  espacios para la generación de nuevas conversaciones y diálogos que nos desafíen a formularnos nuevas preguntas que nos permita interpelar nuestros esquemas preconcebidos (creencias, prejuicios y estereotipos) respecto a la formación y la enseñanza y que debieran ser parte esencial para una formación que busque la excelencia. 

Nos proponemos generar un espacio para el diálogo y la reflexión analítica-comprensiva de una nueva forma de abordar los proceso formativos desde una perspectiva mas holística que supere las miradas acotadas y restringidas sobre la formación, a partir de los cuáles hemos concebido la formación universitaria.  Siendo el saber hacer, lo técnico, lo práctico y lo instrumental el  eje de coordenadas predominante a partir del cuál la educación y la formación universitaria se comprende.

Durante décadas ha prevalecido en pedagogía la tendencia a convertir al ser humano en objeto de estudio, el docente se ha convertido en el sujeto que observa y busca explicar el comportamiento de un otro (estudiante) recurriendo a la experimentación en la aplicación de metodologías y técnicas innovadoras para la adquisición de aprendizajes de calidad y del uso de rúbricas y test estandarizados.

Desde esta epistemología del conocimiento sustentado en una racionalidad científica instrumental, el ser humano y su dimensión subjetiva queda restringida a aquello que es posible observar, medir y cuantificar. Al adentrarnos en la búsqueda consciente de nuevos horizontes y posibilidades que nos lleven al descubrimiento de nuevas miradas quizás nos ayude a superar la inmediatez que ha primado hasta el momento en la formación universitaria.

Una mirada centrada en el ser humano, que trasciende al rol de estudiante y docente y que aborda la formación desde lo, entendiendo que  lo esencial no es necesariamente la búsqueda de aprendizajes de calidad, si no que estos son el resultado de un estado de bienestar y felicidad. 

Nuestra propuesta se basa en un modelo orientado a desarrollar en estudiantes y docentes capacidades para desarrollar un conocimiento de sí mismo que les permita entender su modo particular de ser y estar en el mundo y de reconocer la relevancia de las emociones, creencias, estereotipos y prejuicios al momento de analizar una situación o un acontecimiento dado o bien al tomar una determinada decisión en el ámbito profesional. 

El conocimiento de uno mismo

Conlleva, en primer lugar, el desarrollo de la capacidad de una observación reflexiva. Observarse a sí mismo de manera reflexiva esto implica tener la vivencia de dialogar con uno analizando y reflexionando críticamente las creencias limitantes y los estereotipos que constituyen el marco desde el cual nos relacionamos con un otro y con otros en el convivir diario configurando nuestro mundo de vida. Se enseña la disciplina, el desarrollo de competencias profesionales pero se desatiende aprender a como se es ese profesional que a priori se aspira formar como ideario de una institución.

En segundo lugar, se requiere una disposición emocional a adentrarse en un conocimiento que nos llevará, necesariamente, a un saber respecto a nuestros pensamientos, emociones y creencias. Para esto se requiere resignificar y valorizar ese conocimiento de naturaleza subjetiva, tan desprestigiado y sub valorado en algunos ambientes académicos, en que la ciencia ha pasado a ser la nueva religión de estos modelos sustentados en una racionalidad técnico-instrumental.

En tercer lugar, el autoconocimiento requiere disponer de las herramientas para que a partir de dicho conocimiento se produzca la transformación y el cambio. Si no hay transformación personal no habrá cambio en lo exterior). 

Saber ser

La fuente de todo conocimiento está en uno mismo. Es un conocimiento que está al servicio del ser humano para sacar lo mejor de sí. La grandeza de un ser está en ese aprendizaje que la vida nos pone por delante para aprender a Saber Ser. Conocer acerca de nuestros pensamientos limitantes que generan emociones negativas y de como moldean nuestra forma de ser.

Hacer consciente lo inconsciente a nivel de creencias, a través de una pedagogía que nos ayudará a nosotros y a nuestros jóvenes y adultos a crear una mente abierta, sin pensamientos negativos, ni creencias erróneas sobre nosotros mismos y sobre los demás. Cuantos errores los seres humanos hemos cometido en nuestra trayectoria de vida personal ejerciendo la docencia. Cuantas posibilidades y oportunidades de SEr y Estar en el mundo nos hemos negado a nosotros mismos por creencias erróneas e interpretaciones equivocadas de lo que nos acontece.

Saber estar

Todos quienes hemos vivido experiencias dolorosas, y en algunos casos traumáticas somos conscientes del dolor y el sufrimiento que la acompañan. Pero también es el momento que la vida nos ofrece para comenzar a dialogar con uno mismo y a estar atento a las señales que la vida nos va presentando a través de otros seres bondadosos que por Ley de Espejo nos ayudan a ver en nosotros lo que habitualmente vemos en otro. Detrás de cada uno de nosotros que participamos de la misión de formar hay historias d vida que nos configuran en lo que somos y hacemos. 

Pedagogía para la transformación; una oportunidad para el cambio.

Una pedagogía que se funda sobre la convicción que uno siempre tiene la posibilidad de cambiar y avanzar en el proceso de transformación personal. Los límites para hacer de nuestra existencia algo pleno los ponemos nosotros mismos. No hay edad ni etapa en la vida que pueda ser una limitante para ello. Solo se necesita tener la convicción de querer hacerlo y creer que se puede. Transmitimos conocimientos y saberes, pero enseñamos y nos presentamos a los otros lo que somos (lo que pensamos y sentimos).

Una pedagogía que busca el desarrollo de las capacidades de autoconocimiento, en el aprender a potenciar las capacidades innatas para llegar a Ser ese hombre o esa mujer que necesita llegar a Ser para transitar en la vida como seres bondadosos y comprensivos, de nosotros mismos y en la relación con los otros (profesores, estudiantes, hijos, parejas).

Las instituciones siguen empeñadas en formar profesionales competentes, olvidándose de ese Ser que está dentro de ese profesional. Ese Ser complejo, de contradicciones, con miedos y creencias limitantes que muchas veces le impiden avanzar en la tarea de la autoformación y el crecimiento personal.

Vivimos en una sociedad de metáforas, frases discursivas clichés y declaraciones de principios y valores sobre la formación integral. Los Modelos Educativos más allá de ser benévolas declaraciones no logran siempre permear los límites de los paradigmas tradicionales sobre el conocimiento y la formación.

En mis años de docencia en la enseñanza media y universitaria he observado con cierta incertidumbre que no logramos dialogar, comunicarnos con ese Ser que requiere ser escuchado (estudiante, compañero de trabajo, hijo(a)), a través de un diálogo fecundo, sin prejuicios ni determinismos.

¿Cómo podemos ayudar a otros a ser personas felices y autorrealizadas si nosotros mismos, formadores de formadores vivimos aprisionados (al igual que nuestros estudiantes) por nuestras propias creencias erróneas con pensamientos limitantes y emociones aflictivas (ira, rabia) nos hacer vernos como entes separados de los otros?

Las instituciones de educación superior y las escuelas están llamadas a un nuevo desafío, dejar atrás sus concepciones tradicionales respecto a la generación de conocimientos y la formación. Y repensar al docente como un Ser bondadoso y comprensivo, que en su caminar por la vida ha vivenciado situaciones tan dispares como la vida misma, que lo constituyen como Ser con vocación de profesor. Que es capaz de trascender a su Ego, a sus títulos, credenciales y de la necesidad de validarse como sujeto detentor de saberes y conocimientos disciplinares.

Como humanidad estamos frente a una crisis del conocimiento científico. Es indudable el avance de la ciencia y la tecnología, y su aporte al desarrollo de la educación, pero no podemos obviar, que las escuelas y universidades las conforman seres humanos confrontados día a día a sus propias improntas, deseos, temores y miedos. Como así también, a sus sueños, deseos y esperanzas.

Para esta tarea, se requiere que como profesores debemos creer en el cambio de ese otro Ser. Que si le damos las herramientas podrá iniciar un proceso de transformación personal. Nuestra condición humana no nos permite ser seres perfectos, pero si perfectibles, si tenemos la convicción de que es posible. Si siento en mí que ese cambio se está produciendo, entonces en ti también es posible.

Y que sea un llamado a ser consciente de la necesidad de iniciar la búsqueda de un conocimiento cuya naturaleza no está bajo el epígrafe de científico, sino un conocimiento que está centrado en el Ser”, que nos permita, a partir de nuestro propio autoconocimiento ayudar a otros. El valor de este tipo de conocimiento está en que deviene del propio Ser. De ahí que la pregunta debiera ser…. ¿En qué ayudo? ¿Cómo nos podemos ayudar para vivir juntos y ser felices

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